El Napoli salió al partido tal y como se esperaba. El
aliento de un Stadio San Paolo que se llenó dos horas antes del partido
potenció su comienzo avasallador. Aún más vertical y presionante que
normalmente, los napolitanos embotellaron al Real Madrid en su campo y comenzaron
a encadenar ataque tras ataque, generando ocasiones de gol. Y los blancos no
supieron responder.
El plan napolitano se basaba en buscarle las cosquillas a
Casemiro mediante recepciones a sus lados. Insigne, Mertens y especialmente
Marek Hamsik buscaban el hueco tras Modric o Kroos y se habilitaban entre
líneas para recibir los envíos verticales de Koulibaly y Diawara. En la mayoría
de ocasiones tenían espacio suficiente para controlar, girarse hacia Keylor
Navas y disparar o continuar la jugada. Casemiro no llegaba a todo, y el
cuadrado blanco que le rodeaba, formado por los dos centrales y los dos
interiores, cada vez se separaba más.
Kroos y Modric tomaron una actitud agresiva hacia el
poseedor del balón, por lo que solían avanzar en la presión, e incluso la
ejecutaban con relativo acierto ante la velocidad con balón de los napolitanos.
Pero esta voluntad de presionar no se vio acompañada por los centrales, atenazados
ante la velocidad y veneno de Dries Mertens. Cuando la situación requería que
Pepe o Ramos saltaran a la recepción entre líneas mencionada, estos reculaban,
generando un espacio aún mayor al poseedor. La posibilidad de quedar malparados
y dejar a su compañero de zaga en un mano a mano con Mertens les atenazó y
perjudicó gravemente a su equipo.
Además, se ha de señalar que la pasividad de la BBC blanca
en la presión facilitó a los lanzadores el tiempo necesario como para encontrar
siempre líneas de pase por delante. Se podía esperar que Zidane bajara a la
base a Kroos o Modric, para que con un doble pivote se limitaran los espacios
entre líneas, y que el adelantado entre Luka o Toni incomodara más a una salida
italiana que estaba cometiendo errores no forzados, pero no llegó ninguna
modificación.
Con balón, el panorama blanco no era mucho más esperanzador.
Los ataques del Napoli acababan con mucha gente en la mitad de campo madridista,
llevando a cabo una presión muy agresiva que se vio favorecida por las pocas
líneas de pase del Real. Los laterales y extremos madridistas quedaban muy
abiertos y juntos entre sí, lo que facilitaba el marcaje, y por dentro Diawara
subía la presión, impidiendo recibir a los interiores blancos. En la mayoría de
ocasiones se acababa lanzando el balón, si había el espacio suficiente buscando
a Bale al hueco, y si no con un simple pelotazo. El duelo entre el galés y
Ghoulam pudo definir el partido, ya que el argelino se mostró tremendamente
débil atrás, pero al madridista le falta un punto físicamente, y conectó varias
jugadas que con algo más de chispa podrían haber acabado de forma diferente.
Cuando no llegaba a encontrar a Gareth, el Madrid se topó
con su mayor problema ofensivo, y es que Benzema y Ronaldo se mostraron
totalmente incapaces de recibir juego directo. No sólo no ganaban los duelos
con los defensas italianos, sino que con frecuencia no llegaban ni a
disputarlos. El espacio que quedaba entre los centrales y un Diawara muy
adelantado parecía un coto de caza idóneo para los apoyos de Karim y Cristiano,
pero estos no llegaron. Pese a que la situación era propicia para ello, no
constaron, y el Madrid no lograba salir.
En esta situación se llegó al descanso, con el marcador
mostrando un 1-0 que podía quedarse corto para lo visto en el campo. El partido
tenía el aliciente de ver si Zidane lograba girar la dinámica del encuentro, y
aunque no lo pareció en los cinco primeros minutos de la segunda parte, no nos
dio tiempo a confirmarlo. Sergio Ramos decidió que la eliminatoria se debía
acabar sin más dilación, y tras dos magníficas asistencias de Toni Kroos dio
por concluido el encuentro.
El Real Madrid es el actual líder de BBVA La Liga y actualmente se encuentran en buena forma gracias a sus jugadores y al estilo de juego.
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